Dicen por ahí que cuando uno ha tenido algo desde siempre, es fácil tomarlo por sentado, acostumbrarse y dejar de percibir su valor, e incluso olvidar su verdadera relevancia.
Nunca valoramos tanto nuestra salud, como cuando estamos enfermos, ¿cierto?
Lo cual me lleva a pensar si ocurre lo mismo con un elemento muy básico, pero a la vez muy complejo de nuestro diario vivir: las palabras.
Me gustaría aprovechar este artículo para reflexionar un poco acerca de ellas. Recordar juntos el poder que tienen en nuestras vidas, y el cómo entre mejor aprendamos a utilizarlas, mejor comunicación tendremos con los demás.
Lo primero que quiero aclarar es que la práctica de elegir y usar cuidadosamente las palabras no aplica solamente para nosotros los traductores e intérpretes. Claro, es una parte importantísima de nuestro trabajo; sin embargo, todos somos seres sociales, y como tales, la comunicación es una parte fundamental de nuestras vidas.
El pensar antes de comunicar es una práctica de la que todos nos vemos beneficiados por igual. Y, ¿suena simple no? Pensar antes de hablar. Pero, ¿cómo lo hago? ¿En qué debo pensar?
A continuación, les comparto algunos puntos que en lo personal considero muy valiosos:
El medio: cuando estamos pensando en las palabras a utilizar para comunicar un mensaje, primero debemos considerar el medio por el cual transmitiremos lo queremos decir. Por ejemplo, no es lo mismo conversar con alguien en persona, que hacerlo por mensajes escritos. Cuando tenemos a alguien de frente, nuestras expresiones comunican de la mano con nuestras palabras. Sin embargo, al escribir no contamos con el apoyo del lenguaje corporal, por lo que debemos ser más cuidadosos con las palabras que elegimos, e incluso apoyarnos con los diferentes signos de puntuación para que el mensaje se transmita claramente.
La audiencia: es de suma importancia conocer a quién le estamos hablando a la hora de elegir las palabras para comunicar un mensaje. Tomemos por ejemplo la pandemia que estamos viviendo actualmente a causa de Covid-19. Las palabras para explicarle esto a un niño no serían las mismas que utilizaríamos para comunicárselo a un amigo, ¿cierto? El mensaje final probablemente sea el mismo, sí, pero las palabras definitivamente deben elegirse dependiendo de nuestra audiencia.
El tono: una misma palabra puede tener diferentes significados depende de cómo la utilicemos. En una conversación, por ejemplo, no comunica lo mismo un “NO”, dicho tranquilamente, que un “NO” gritado desesperadamente. Tampoco es lo mismo escribir que algo “me gusta…” a que algo “¡me gusta!”. En fin, siempre debemos acompañar las palabras del tono correcto para comunicar nuestro mensaje adecuadamente.
El contexto: muchas veces las palabras cuentan con asociaciones culturales que varían según el contexto en el que las utilicemos. Les pongo por ejemplo el título de este artículo: “El Poder de La Palabra”. Si en vez de aparecer en este blog apareciera en un blog religioso, transmitiría un mensaje completamente distinto. Es por esto que el contexto es un aspecto sumamente importante a considerar cuando nos comunicamos y cuando elegimos las palabras a utilizar.
La connotación: muchas veces no pensamos en la connotación que le damos a nuestro mensaje. Veamos la diferencia entre estas dos preguntas: “¿no hay nada que pueda hacer?” y “¿hay algo que pueda hacer?”. Aunque el mensaje de la pregunta al final es el mismo, la connotación que se le da pasa de negativa a positiva. Pensemos siempre en las palabras que elegimos y cómo las planteamos cada vez que nos comunicamos.
En fin, más allá de compartirles algunos de los aspectos en los que pienso antes de comunicarme, lo que quiero lograr con este artículo es llevarlos a pensar un poco más en sus palabras, en cómo las utilizan, en la herramienta tan valiosa que son y en el poder tan grande que les confieren a los seres humanos.
EL PODER DE LA PALABRA
Dicen por ahí que cuando uno ha tenido algo desde siempre, es fácil tomarlo por sentado, acostumbrarse y dejar de percibir su valor, e incluso olvidar su verdadera relevancia.
Nunca valoramos tanto nuestra salud, como cuando estamos enfermos, ¿cierto?
Lo cual me lleva a pensar si ocurre lo mismo con un elemento muy básico, pero a la vez muy complejo de nuestro diario vivir: las palabras.
Me gustaría aprovechar este artículo para reflexionar un poco acerca de ellas. Recordar juntos el poder que tienen en nuestras vidas, y el cómo entre mejor aprendamos a utilizarlas, mejor comunicación tendremos con los demás.
Lo primero que quiero aclarar es que la práctica de elegir y usar cuidadosamente las palabras no aplica solamente para nosotros los traductores e intérpretes. Claro, es una parte importantísima de nuestro trabajo; sin embargo, todos somos seres sociales, y como tales, la comunicación es una parte fundamental de nuestras vidas.
El pensar antes de comunicar es una práctica de la que todos nos vemos beneficiados por igual. Y, ¿suena simple no? Pensar antes de hablar. Pero, ¿cómo lo hago? ¿En qué debo pensar?
A continuación, les comparto algunos puntos que en lo personal considero muy valiosos:
En fin, más allá de compartirles algunos de los aspectos en los que pienso antes de comunicarme, lo que quiero lograr con este artículo es llevarlos a pensar un poco más en sus palabras, en cómo las utilizan, en la herramienta tan valiosa que son y en el poder tan grande que les confieren a los seres humanos.
Pensemos, ¿qué haríamos sin ellas?